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domingo, 7 de abril de 2013

Diario de un Sociópata.

A veces nace gente que alberga ya una conciencia secreta. Un retal de la vida real que le permite ver donde los demás no quieren ver. Esto no es necesariamente positivo, las peores ratas se esconden en los agujeros más oscuros.

      Las personas de las que hablo nacen, crecen, se reproducen si su gen es válido, y mueren, como todas las demás. Son educadas en base a un raciocinio puramente humano: No matarás, amarás a tu padre y a tu madre, no poseerás a la mujer de otro y un largo etcétera. Y como a todos, se les concede un número. Necesidad adquirida debido a la sobre población de humanos en el planeta, pero las personas de las que hablo siguen amparadas por su conciencia secreta.

     Ellas recuerdan las antiguas leyes que dan forma y perfil al pulso del tiempo. Esa conciencia dicta que lo humano no es lo primigenio, que antes del contradictorio concepto del bien y del mal, existían ya unas normas para nada justas: El león devora a sus propias crías si no hay hembras en celo en la manada, ya que el sistema hormonal de la leona responde en base a un código evolutivo en el que lo principal es la perpetuación de la especie. La mantis religiosa devora al macho tras el coito, existe la lucha de territorios en la selva. De hecho, la guerra es el estado natural de toda raza y nación, sino párate a pensar en un solo año en el que la humanidad no haya sufrido de una guerra. Imaginemos que por puro azar, en un ecosistema libre existe un factor, ya sea meteorológico o logístico, en el que una especie se beneficia del mismo y alcanza la cima en cuanto a poder evolutivo... todos sabemos lo destructiva que puede llegar a ser una plaga en concreto. Pero, ¿Tacharíamos de malvada a la langosta si existiese una sobre población en una zona donde abunda la vegetación y escasean los insectívoros?  Este último punto deberíamos pensarlo con tranquilidad:  
La langosta devoraría campos y campos de vegetación, ya que está en su naturaleza perpetuar la especie. Ésto mismo sería igual de destructivo si en la sabana africana, el antílope alcanzara ese punto; seguramente devastarían la vegetación del lugar y pasarían a denominarse “plaga”. Romperían el supuesto equilibrio que todo lo sostiene. Si una especie llega a ese punto, se convierte en imparable. 

     Habiendo sido obsequiados con el don de la destrucción y sabiendo que la humanidad se ha convertido en la especie dominante por antonomasia, cabría pensar que hemos adquirido el sobrenombre de “plaga”. Somos una raza animal que no puede pararse debido a que una serie de factores han influido en nuestra evolución, hemos aprovechado un miembro prensil y una mayor capacidad craneal. Ahora en la cumbre, crecer es nuestro deber más inmediato.

     Tal es nuestro poder, que hemos llegado a este punto: Debido a nuestra posición de plaga, debemos ser numerados y catalogados, empaquetados al por mayor, incluso cuando morimos debemos pagar un impuesto... ¿Sabías que ya no existe la tumba a perpetuidad? Hay tantos huesos en los cementerios, que solo puedes alquilar un agujero minúsculo durante cinco años donde poder pudrirte. Si tienes el mínimo pensamiento de vivir en libertad, has de asimilar primero que la libertad es un concepto obsoleto. No existe un palmo de tierra sin dueño, por tanto, siempre estaremos supeditados a la voluntad de alguien. 

     La lucha más activa es el Nihilismo, no creo en nada pues nada tiene un sentido más allá de la evolución. No me dejo engañar por el velo de seda que me vierten los medios en mis ojos, ni encuentro credibilidad a la historia, pues la historia es escrita por el bando ganador, y yo como individuo estoy al otro lado. 
 En este bando, pertenezco a una mayoría evidentemente manipulada, encerrado en un útero de asfalto con un número de serie que acaricio por obligación, pero mi conciencia secreta me susurra a diario, y aunque comprendo el por qué de la bajeza humana, me repugna salir de mi casa, pasar por un banco y ver a un retrasado mental promocionando a una empresa bancaria multimillonaria, me asquea que una obra de arte pueda llegar a valer miles de millones de euros, que la televisión vierta su mierda en nuestro cerebro desde pequeños, y que lo haga por un sistema de riego por goteo incesante y fríamente calculado. Aborrezco los evidentes arquetipos que pululan por el mundo y las manadas que forman entre ellos.

    No pretendo dar a entender la profundidad de la temática, ni despertar las conciencias secretas aletargadas que duermen bajo toneladas de mierda televisiva. No quiero que apadrines a un niño, ni quiero que seas un buen individuo, y mucho menos un buen ciudadano. No quiero que esto te ayude a ser mejor persona, y no me importa que mueran todas las focas del mundo. No quiero aleccionar a nadie, ni quiero hacer poesía. Solo quiero yacer en mi útero de asfalto, pasar inadvertido. Acepto mi condición de organismo destructivo,  depredador masivo y de producto prescindible.

Retrato de Una Espalda Rota


Técnica: Xilografía a color estampado en papel arakalli bajo técnica artesanal.
Dimensiones: 25X40

Ultimamente veo muchos días a una mujer con la espalda en forma de "L". Ella bebe bourbon y fuma sin colilla bajo un frío húmedo que te muerde los huesos y no te deja nunca. Sus manos son rojas y deformes, haciendo juego con su columna vertebral y su mirada, y tal es la fragilidad que desprende, que da la sensación de que el cielo la está aplastando poco a poco. 
 Ella observa con los ojos torvos el mundo en que vive, y desfila sobre el estupor etílico llenando sus vacíos y esperando un precioso día en que sus ojos ya no se abran .
Es curioso cómo el dolor y el ostracismo social puede llegar a acercarte a la iluminación.

Homo Communis


Técnica: Xilografía en papel Arakalli. Estampación artesanal.
Dimensiones: 50X40

Descripción general del indivíduo iluminado.

Acuerdo categórico con el Ser


Técnica: Vinilo.
Dimensiones: 56X37

La base de la felicidad radica en la consciencia absoluta, o en una inconsciencia cegadora. Todo basa su movimiento en  llenar sistemáticamente sus vacíos. El desconocimiento como catalizador de lo espiritual intercede en nuestra existencia de manera aplastante, un coloso podría encontrar la desdicha si no otorga un nombre y un por qué a lo que desconoce.