A veces nace gente que alberga ya
una conciencia secreta. Un retal de la vida real que le permite ver
donde los demás no quieren ver. Esto no es necesariamente positivo, las
peores ratas se esconden en los agujeros más oscuros.
Las personas de las que hablo nacen, crecen, se reproducen si su
gen es válido, y mueren, como todas las demás. Son educadas en base a un
raciocinio puramente humano: No matarás, amarás a tu padre y a tu
madre, no poseerás a la mujer de otro y un largo etcétera. Y como a
todos, se les concede un número. Necesidad adquirida debido a la sobre
población de humanos en el planeta, pero las personas de las que hablo
siguen amparadas por su conciencia secreta.
Ellas recuerdan las antiguas leyes que dan forma y perfil al pulso
del tiempo.
Esa conciencia dicta que lo humano no es lo primigenio, que antes del
contradictorio concepto del bien y del mal, existían ya unas normas para
nada justas: El león devora a sus propias crías si no hay hembras en
celo en la manada, ya que el sistema hormonal de la leona responde en
base a un código evolutivo en el que lo principal es la perpetuación de
la especie. La mantis religiosa devora al macho tras el coito, existe
la lucha de territorios en la selva. De hecho, la guerra es el estado
natural de toda raza y nación, sino párate a pensar en un solo año en el
que la humanidad no haya sufrido de una guerra.
Imaginemos que por puro azar, en un ecosistema libre existe un factor,
ya sea meteorológico o logístico, en el que una especie se beneficia del
mismo y alcanza la cima en cuanto a poder evolutivo... todos sabemos lo
destructiva que puede llegar a ser una plaga en concreto. Pero,
¿Tacharíamos de malvada a la langosta si existiese una sobre población
en una zona donde abunda la vegetación y escasean los insectívoros?
Este último punto deberíamos pensarlo con tranquilidad:
La
langosta devoraría campos y campos de vegetación, ya que está en su
naturaleza perpetuar la especie. Ésto mismo sería igual de destructivo
si en la sabana africana, el antílope alcanzara ese punto; seguramente
devastarían la vegetación del lugar y pasarían a denominarse “plaga”.
Romperían el supuesto equilibrio que todo lo sostiene. Si una especie
llega a ese punto, se convierte en imparable.
Habiendo sido obsequiados con el don de la destrucción y sabiendo
que la humanidad se ha convertido en la especie dominante por
antonomasia, cabría pensar que hemos adquirido el sobrenombre de
“plaga”. Somos una raza animal que no puede pararse debido a que una
serie de factores han influido en nuestra evolución, hemos aprovechado
un miembro prensil y una mayor capacidad craneal. Ahora en la cumbre,
crecer es nuestro deber más inmediato.
Tal es nuestro poder, que hemos llegado a este punto: Debido a nuestra posición de plaga, debemos ser numerados y catalogados, empaquetados al por mayor, incluso cuando morimos debemos pagar un impuesto... ¿Sabías que ya no existe la tumba a perpetuidad? Hay tantos huesos en los cementerios, que solo puedes alquilar un agujero minúsculo durante cinco años donde poder pudrirte. Si tienes el mínimo pensamiento de vivir en libertad, has de asimilar primero que la libertad es un concepto obsoleto. No existe un palmo de tierra sin dueño, por tanto, siempre estaremos supeditados a la voluntad de alguien.
Tal es nuestro poder, que hemos llegado a este punto: Debido a nuestra posición de plaga, debemos ser numerados y catalogados, empaquetados al por mayor, incluso cuando morimos debemos pagar un impuesto... ¿Sabías que ya no existe la tumba a perpetuidad? Hay tantos huesos en los cementerios, que solo puedes alquilar un agujero minúsculo durante cinco años donde poder pudrirte. Si tienes el mínimo pensamiento de vivir en libertad, has de asimilar primero que la libertad es un concepto obsoleto. No existe un palmo de tierra sin dueño, por tanto, siempre estaremos supeditados a la voluntad de alguien.
La lucha más activa es el Nihilismo, no creo en nada pues nada tiene
un sentido más allá de la evolución. No me dejo engañar por el velo de
seda que me vierten los medios en mis ojos, ni encuentro credibilidad a
la historia, pues la historia es escrita por el bando ganador, y yo como
individuo estoy al otro lado.
En
este bando, pertenezco a una mayoría evidentemente manipulada,
encerrado en un útero de asfalto con un número de serie que acaricio por
obligación, pero mi conciencia secreta me susurra a diario, y aunque
comprendo el por qué de la bajeza humana, me repugna salir de mi casa,
pasar por un banco y ver a un retrasado mental promocionando a una
empresa bancaria multimillonaria, me asquea que una obra de arte pueda
llegar a valer miles de millones de euros, que la televisión vierta su
mierda en nuestro cerebro desde pequeños, y que lo haga por un sistema
de riego por goteo incesante y fríamente calculado. Aborrezco los
evidentes arquetipos que pululan por el mundo y las manadas que forman
entre ellos.
No pretendo dar a entender la profundidad de la temática, ni despertar
las conciencias secretas aletargadas que duermen bajo toneladas de
mierda televisiva. No quiero que apadrines a un niño, ni quiero que seas
un buen individuo, y mucho menos un buen ciudadano. No quiero que esto
te ayude a ser mejor persona, y no me importa que mueran todas las focas
del mundo. No quiero aleccionar a nadie, ni quiero hacer poesía. Solo
quiero yacer en mi útero de asfalto, pasar inadvertido. Acepto mi
condición de organismo destructivo, depredador masivo y de producto
prescindible.